Porque las ideas hay que exponerlas

Bienvenidos a un buen rincón, ese rincón de bar antiguo, de tabernero de tirantes, un rincón de arte,... nuestro rincón.



martes, 12 de abril de 2011

Aprendamos de un MAESTRO:DON MANUEL OLMEDO SÁNCHEZ

                    Hace ya bastante tiempo que llevo detrás de un artículo antiguo, que haya formado parte de la historia del toreo en Sevilla. El nombre que da título a este escrito, forma parte, casi en silencio, de la historia de los críticos taurinos, historia manchada por mucho nuevo crítico, que muchas veces, no sabe el daño que le hace a la propia fiesta.
                   Necesitaba, como varias veces le comenté a mi gran amigo David ( Gracias al cual conozco al hijo, y a la nieta, de esta historia viva del periodismo taurino), que necesitábamos poner encima de la mesa situaciones importantes que se hayan dado en la Maestranza ,para que todos los Maestros y Maestras que nos leen, tuvieran la suerte de leer como se hacían antes las cosas, dándole a todo la importancia que merece.
                   Ya no me podía resistir,me quemaba en las manos, tenía que empezar, porque llevo meses molestando a Pepa, su nieta, que es gracias a la cual me está llegando toda la información (Desde aquí, muchas gracias). Y como no podía esperar más, no me quedaba otra que empezar, no por un artículo taurino, sino mostrando otra faceta de esta persona. Y que mejor faceta en esta época, que la faceta de pregonero.
                  Esto solo será un breve aperitivo sacado del pregón de Osuna de 1995, pero que nos servirá para lo que nos vamos a ir encontrando. Poco a poco iremos conociendo, conforme un servidor empiece a contar algo más del autor, a la persona que escribió la crítica del último rabo que se corto en Sevilla, casi nada, e hijo a su vez de otro crítico taurino. HISTORIA.


                     Sé que muchos agradeceréis estos artículos, y que servirán para trasladarnos a otras épocas. Así que vamos abrir boca. Que desde el Domingo de Resurrección empieza lo bueno en la Maestranza y hay que meterse en situación. AQUÍ LO TENÉIS:

                             Entramos en el Jueves Santo. Nos congregamos en los aledaños de la Insigne Iglesia Colegiata. Sale el Cristo de la Misericordia, calificado de portentoso. Y no es hipérbole. Inevitable, gozosamente inevitable, la comparación con el Cristo de la Buena Muerte de la Hermandad hispalense de los Estudiantes, al que tan inspiradamente cantara Julián Carbó, gran poeta lamentablemente olvidado.
                             El desgarrado dramatismo habitual de Juan de Mesa se trueca en el Crucificado osunense -como en el sevillano-, en dulce serenidad; no hay contorsión ni crispaciones; todo es plácida blandura en la anatomía y en la actitud. El cuerpo se exhibe con la musculatura en fuerte realce, y en la epidermis modelada en planos contrastados. Y esta muerte buena, sin crisis que desgarren las formas normales, se encuentra sobre todo compendiada en la cabeza, y es en la expresión del rostro donde Mesa ha reflejado la muerte sin angustias. La muerte, si, pero en la paz de la misión cumplida, como en el final de la tarea de la redención. Dios ha rendido ya su sangre. Ya el ciclo de la creación ha sido cerrado. Y esa cósmica perfección aparece resumida en esta faz, donde la muerte que ha enarcado las cejas, no ha podido quebrantar el descanso.

Tus ojos se han cerrado, Señor,

¿Qué ven? La vida.


Los cerró un visionario con sus manos;


de suerte, que una llama de amores


va prendiendo encendida, la bendita


y heroica santidad de tu muerte.(.......)

                    Y, en el palio más antiguo de Osuna, Nuestra Señora de la Soledad, debida a Juan de Astorga:

De mármol blanco y espeso


es la vida cuando dura,


luego que una sepultura


cayó con todo su peso.


Pero existe aún más que eso:


tu soledad, sol de cera,


en el mundo que no altera


su pálida algarabía.


¡Qué soledad de María


tan sola en la tierra entera!

          Y en horas coincidentes de salida y de entrada, el Señor Caído y la Virgen de los Dolores, vulgo de la Merced, de la Iglesia de Santo Domingo. Hay en la expresión de Cristo una mezcla de alucinante evidencias de resignación, de dolor físico y de inocencia acorralada. Faz la de Jesús, de apiadable venerabilidad. Faz en la que palpita un amor entristecido, un desaliento ante el crimen que ya empañará al mundo.

Y la Virgen en convincente expresión de su pena:


Lluvia en el desierto prado.


¡Qué dolor más verdadero!


Su Hijo cuelga de un madero,


lirio desarticulado.


Un dolor iluminado


entre nubes y corales.


Primaveras celestiales


tu llanto triste refrescan,


para una gloria que cercan


de lágrimas y puñales.

2 comentarios:

VA POR USTEDES