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martes, 26 de abril de 2011

UN SANTO, JUAN PABLO II “EL GRANDE” . MAESTRA RODA.


Es sólo escuchar su nombre y se me estremece el corazón. En sus ojos vi la Paz, la Alegría y la Dulzura que sólo pueden venir del que lo crea todo en todos, de Dios, su fortaleza. Ninguna persona me habló nunca con tanto cariño, con tanta verdad, con tanta entrega, con tanta sabiduría, con tanto carisma…Él me hizo sentir importante para el Señor y me repitió en varias ocasiones que la juventud y la Fe no están reñidas, sino maravillosamente unidas.

Él me enseñó que la vida es preciosa en todas sus etapas y que hay que disfrutarla hasta el final, también cuando llegan la vejez y la enfermedad. Y no me lo enseñó con palabras bonitas, me lo enseñó con su ejemplo. Muchos lo criticaron “que se jubile, ya no puede más”…¿qué ya no puede más? Nunca nadie dijo tanto con un silencio tan ensordecedor. Él, asomado a la ventana, sólo pudo bendecirnos con su mano. No fue un signo de debilidad, sino de fortaleza. En esta sociedad donde el que más vale es el que más alza la voz….él no dijo nada, pero lo dijo todo. Y la paloma voló.

Cuantas veces hemos gritado “¡¡¡Juan Pablo II te quiere todo el mundo!!!” y no es una simple frase que rima, es la verdad. Porque son muchas las personas que me dicen “yo no creo”, o “yo no soy practicante”, o simplemente que critican a la Iglesia pero que sin embargo siempre me decían: “pero este Papa me encanta, tiene algo muy especial”…su carisma estaba por encima de todo.

Miles y miles de jóvenes lo seguían en cada Jornada Mundial de la Juventud, porque “ésta es la Juventud del Papa” como tantas veces se le coreaba. Y también miles y miles de jóvenes agolpados en la Plaza de San Pedro ese recordado 2 de abril, para cuidarle y velar por él antes de subir al Padre. Muchas lágrimas. “Os he buscado, ahora vosotros venís a mi y os doy las gracias”…hasta en una de sus últimas frases tuvo presente a la juventud, reflejo del cariño y la admiración mutua.

Y así fue, Juan Pablo II El Grande subió al Cielo, y en la misa funeral una pancarta enorme: SANTO SÚBITO. No necesitamos ceremonias ni documentos porque en nuestro corazón ya era SANTO. En mi vida ya había intercedido para llevar a cabo muchos milagros, no sólo espirituales, también físicos. Y él y yo lo sabemos.

En julio del año pasado tuve la gran alegría de poder rezar ante su tumba, llena de flores y de papeles con peticiones. Sólo de recordarlo me emociono. Allí se respira amor. Fue una de las experiencias más especiales de mi vida. Y como no podía ser de otra manera, su tumba estaba llena de jóvenes de todas las naciones rezando, arrodillados frente a él, emocionados, llorando. Pero también con mucha alegría, pidiéndole su intercesión. Y así lo hice yo. Estuve con él durante unos minutos llenos de paz. Tanto fue así, que antes de irme de Roma, volví otro día a visitarlo. Y le hice un encargo muy especial que seguro que ya ha cumplido.

Y con el paso del tiempo, el Señor que es bondadoso y sabe todo el bien que nos ha hecho, quiere que juntos celebremos su beatificación el próximo 1 de mayo. Volverá a reunir a los jóvenes que tanto amaba y volveremos a tener presente su sevillana preferida: algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Porque algo se murió con todos tus jóvenes el día que empezaste a gozar junto al Señor de la Vida Eterna.