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martes, 10 de mayo de 2011

REPIQUES DE GLORIA PARA UN PRINCIPE. MANOLETE.


Os presento la primera de las críticas que en un pasado os dije que se iban a ir colgando.
Esta fue escrita por el Padre de Manuel Olmedo Sánchez, nuestro crítico protagonista, como ya recordaréis. Su padre fue crítico taurino en ABC y Don Manuel entró a sustituirlo el año que lo nombraron director del periódico, en el 1952.

Como ya comenté, lo que vamos a ir viendo y os voy a ir desgranando, es una SAGA bajo el nombre de DON FABRICIO.


Espero que disfrutéis, de esta gran crítica a un grande del toreo que se convirtió en leyenda.

INFORMACIONES TAURINAS

Las campanas de Córdoba, plañideras porque habia muerto Guerrita, trocaron anteayer el afligido son den alegre repique de gloria, porque Manolete, legítimo sucesor de aquel coloso, superó hasta la sublimidad el memorable arte de su ascendiente. No alcanza nuestro recuerdo nada semejante: de tanta justeza y elegancia, de tal calidad como la faena del cordobés al séptimo de Villamarta.

Manolete, con la magia de un toreo señor, emuló a Josué y detuvo el tiempo en el reloj de la Maestranza, cuyas pasmadas manecillas quisieron guardar la hora inicial del acontecimiento.

Paró el diestro el bravo animal con unos lances a la verónica, modelo de temple y mando, sin el más leve movimiento de pies; repitió la magnífica suerte en su quite, al que siguieron –en gracia de homenaje al compañero- otros fantásticos de Vázquez y Bienvenida, y una vez banderilleado el de Villamarta con presteza y facilidad, Manolete brindó en el centro del ruedo, y esta vez la montera cayó boca abajo para fracaso de la superstición.
El cordobés tomó al bravísimo toro con tres ayudados estatuarios, y seguidamente, en terreno donde apenas si cabían toro y torero, lió cuatro soberbios naturales con el de pecho, sin que las zapatillas despegasen del suelo siquiera un ápice. Torero inimitable, reposado, plácido, dominador, serio, verdadero; movido el toro con el engaño en torno a la gigantesca figura del lidiador, mediante el insuperable jugar de los brazos; tan ajustados que no cupiera huelgo entre la espada y los pitones de la res. Y en el mismo terreno y con idéntico reposo, una serie de redondos, formidable el tercero, y otros de costadillo, magníficos, y el desbordante desgranar de adornos rematados con un molinete incopiable. Finalmente, la estocada a volapié, en lo alto, hasta las cintas –guapamente ejecutada la suerte- que hace desplomarse al de Villamarta dando al aire las pezuñas. Clama el público entusiasmado, y el presidente concede las orejas y el rabo, trofeo ciertamente escaso –aunque mayor no lo haya- para la faena genial lograda en un momento de feliz inspiración. No pudiera soñar esto la más optimista fantasía.

Queden tranquilos los cordobeses, que si hogaño murió Guerrita, en Manolete se perpetúa y se mejora el limpio linaje de los Rafaeles.

DON FABRICIO. ABC.(22 de abril de 1941)